viernes, 7 de julio de 2017

Malinche

¿Y cómo no suspirar?
Si toda ella, era bella.
Manos olor de cacao
y firme paso al andar.

De un andar tan cadencioso
que ensalza el cuerpo escondido,
reflejándole el rebozo,
la piel canela de mar.
Morena sabor a sal,
de la tierra del Olmeca,
de voz de dulce cenzontle
y sonrisa de coral.
Todo hombre le anhelaba
y le donaría un jacal,
mas ni Olmeca, ni Mexica,
ni Maya en Chichen Itzá,
porque los astros dictaban
otro futuro estelar.
Y en su amor llevó la pena,
que le impuso el despertar,
señalada y criticada,
desterrada de su tierra
por ver un hombre y no el Dios
del linaje de la estrella.
Pero el alma puede ver
más allá de las ideas,
y el corazón entregó
al Dios de lejanas tierras.
Al de espada fulgurante,
al de barba y grandes cejas,
al del pecho revestido
con piel dura como piedra.
El macho del mar traído,
el que hablaba en otra lengua,
que el amor no entiende idiomas,
ni confines, ni leyendas,
que la piel trémula canta,
al calor de manos tiernas.
Ni traidora, ni Malinche,
ni siquiera cuatro letras,
simplemente una mujer,
enamorada y eterna.

© Malinche 2016 | Autoría y Voz: Erika Cristina Rodríguez Padrón
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