canta tu nombre en los segundos
y sacude mi camisa de fuerza,
con tenue rumor a ternura y lascivia.
Cuento las sonrisas perdidas en tus comisuras,
entre tus blancos dientes hambrientos de amor
y la molesta arena agreste,
merma poco a poco la coraza
del sarcófago que nos sostiene.
La rosa no deja de expeler su aroma
el olor de los gritos que nos hieren,
diametralmente opuesta la felicidad.
Tu voz carcomía los miedos y el silencio
bajo nuestro altar, el río de mercurio, quieto
y tu, y yo, como uno mismo
con las monedas en las cuencas.
La niebla confunde a Caronte,
y los cánticos son llantos a lo lejos
Bruma fría nos espera.
Y lo importante, dejó de ser,
sobre un amor de plata amorfa,
con nosotros dentro, por siempre.
© Viaje | Erika Cristina Rodríguez Padrón | México 2018