¿Qué se supone que hay en la nada de la ausencia?
La congoja crece a instantes, cielo gris que escupe pena
y te busco sin tenerte,
¿cómo demonios subsisto?,
mi cintura necesita tus brazos en derredor
y sigo aquí sin hallarte.
Estas manos están llenas, de tu tacto y de tu esencia,
de ternuras y caricias, de temores y dolor.
Esta mente que rebusca los recuerdos de las risas,
gritos, llantos de cosquillas,
rememora las palabras taciturnas de tu voz.
Pareciera que esa ráfaga,
te transporta de ese plano,
trae aroma de tu aliento, dulce eco enamorado,
el olor de tu cabello, de tu pecho y tu candor.
Te me has ido de las manos, me has dejado de repente,
sin lágrimas en los ojos, sin un gesto de hasta pronto,
sin un beso entre la frente.
Casi te odio por dejarme,
a la deriva y al viento,
sin mí, para sostenerte.
Necesito que te enteres que no ceso en preguntarme,
¿cómo sigo caminando, si era nuestro ese sendero?
Ahogo gritos en la almohada, ¡después de ti qué, amor mío!
mi ángel bello, mi morada...
Y la fuerza a que me aferro: el color de tu mirada,
mimetizo mi agonía, con vivencias, fantasías,
un día devoro tus besos, otro lloro tu partida,
otro, río enamorada.
Después de ti, agreste espera,
de noches gélidas, frías,
es casi como estar muerto, sin tu luz, mi compañía
y a veces puedo tocarte, en sueños interminables,
donde se detiene el tiempo.
Entonces puedo abrazarte, acurrucarme en tu pecho,
sosegándome en tu calma,
en tu paz, que tanto anhelo.
Hay días que son menos densos, tú vienes hasta mi lecho,
me susurras al oído y mientras duermo, me arropas:
"Cariño, no sufras más, te espero en el blanco Éter,
para vivir otras vidas,
porque este amor es eterno,
jamás me alejo de ti, nunca te suelto, mi vida..."
Inmortal © 2017 | Autoría: Erika Cristina Rodríguez Padrón | México